Cul-de-sac (callejón)
Sergio Márquez
...A esta franchuta me la beneficio hoy... como a una res abierta en canal... cuando me pida que le pague le mearé la cara... Antes de Nuits sur les Champs-Elysees, ya por lo menos debo haberle metido la lengua hasta las amígdalas... Después, un par de polvos y a la calle a degollar marroquíes... Coloco el vinilo, la aguja cruje sobre el plástico carbónico, todo se complica... sobreviene un pánico diminuto... Ascenseur pour l'echafaud, un ascensor al patíbulo en el que tantas veces me he trepado... Miles desuella las uvas de la ira con su trompeta, se la recuesta a Jeanne Moreau del oído y uno sabe que el viejo zorro le está introduciendo su metálica lengua de diablo hasta el tímpano... y Jeanne se moja en las pantaletas y siente que la sordina del negro le tuerce las trompas de falopio (¡Tócale las trompas Miles, tócale las trompas!) Ya la franchuta se ha quitado los zapatos... creo que le huelen mal los pies... ¿Y qué carajo importa?... Ya nada importa... ¿Quieres coñac barato?, es el más asquerosamente barato que pude encontrar en todo Saint Germain... realmente digno de ti... tómalo... Que bolas, que arrecho es Miles, me lo imagino a finales de 1958 tirándose a Jeanne Moreau, un negro adicto y pervertido y su culito bcbg parisino sacándole chispas a la madrugada hormonal de los bulevares, envueltos en hachis y besándose, los dos, bajo-sobre-cabe-con-contra el alma de los puentes, encaramados en su propio ascensor patibular, más indomables a cada piso alcanzado, y Miles tocándola como a la mejor de sus trompetas, soplándola por todos los orificios imaginables... Anda, bésame a la francesa, dame tu lengua, anda pedazo de mierda... si no para que demonios vine a esta maldita ciudad... quiero fumar coño... Definitivamente no eres Jeanne Moreau... aunque viéndote bien tampoco estas tan mal... Jeanne Moreau... debió actuar alguna vez para mí... El negro sigue escupiendo sombras y asesinatos desde su trompeta cromada de tres pistones... ¡Maldita francesa ofrecida, ya me harté de ti! ¿Que coño quieres?... Te pongo a Miles para oscurecerte los instintos, te intoxico con aguardiente barato y hachis... ¡¿Qué coño de la madre te pasa?!... ya sé, eres una analfabeta erótica, una más de tantas parisinas frígidas... ¿Tienes labios?... Déjame ver... a ver... así, tranquila... tranquila que no te va a pasar nada, relaja los muslos, escucha al negro, escucha su trompeta apocalíptica, anda... Ojalá fueras Jeanne Moreau (ojalá tuvieras su cabello de bronce líquido y esa lacerante displicencia en la mirada) esa caraja si estaba divina de verdad... Pero tú... tú hueles a maquillaje barato y mantequilla rancia... Jeanne Moreau se retuerce bañada en semen dentro de un ascensor encamisado en hierro, subiendo hacia la brillante guillotina del jazz, hacia el cadalso de sus fraseos... (¡Muévete perra! ¡Que ladilla!, pareces una estatua... uuujjjhhh... muévete... sshhhh, no grites... no grites... uuuhhhh...) Debería aplastarte como a una cucaracha... Estoy demasiado intoxicado y el jazz es eterno, como yo, como la traición de Dios, como esta ciudad... Quiero salir a caminar por Saint Denis solo para no arrancarte la cabeza ahora mismo, salir a fumar y alquilar una puta por veinte minutos, para que me la chupe mientras le hablo de Miles, y de Jeanne, y de la sordidez de los ascensores que suben al patíbulo de mis desviaciones... (No hay mejor mamada que la de una puta con hambre: necesita el dinero para comer, así que mamará como si en ello le fuera la vida, y a la vez estará más que dispuesta a demostrar el agradecimiento que siente al ser alimentada metafóricamente por el miembro que ordeña)... ¡Chupa, coño...chupa!... Chupa como solo una ramera tan decadente como tú sabe hacerlo... anda... uuufff... comme ça... vas mejorando... Creo que al fin y al cabo no tendré que cortarte la garganta... al menos esta noche no tendré que hacerlo…
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