jueves, junio 01, 2006

El profesor

María Graciela Bastardo
El chirrido de la tiza contra el pizarrón me acuerda cuando el profesor muerde mi clítoris y lo hala con los dientes como si fuera un chiclet. Los cables del sacapuntas eléctrico, cuando me da de beber agua helada directamente de su boca. La borra Nata se siente entre mis dedos como su piel lisa, elástica y lampiña. Los arcos morados de su dentadura se asoman por el cuello de mi camisa como las nubes que se ven por la ventana del salón. Mientras canto el himno nacional en el patio del colegio, la brisa me pone la piel de gallina como cuando estoy a punto de llegar al orgasmo, y sus manos me sacuden las caderas contra su pene desesperado. El pupitre está frío debajo de mi falda como los cubitos de hielo que pone a derretir en mis pies y que desaparecen por entre las comisuras de los dedos. Me siento tan sola en este salón de niñas que ignoran mi secreto, entre libros de los que sólo oigo el ruido de las páginas porque suenan a jadeos. Humedecida y sin escuchar el escándalo del recreo, cruzo el patio hacia el depósito de la cantina. Entre chucherías, bolsas de pan cuadrado y sacos de harina, está la cava. Me acuesto sobre la superficie de acero inoxidable. Oigo el roce del hábito al ella sentarse en su acostumbrado rincón. Lo esperamos.

1 Comments:

Blogger Tecnorrante said...

Demasidado bueno este cuento. Seguiré esperando más cuentos cortos. Saludos.

10:35 a. m.  

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